Desde siempre se ha dicho que las personas son seres racionales. Pero, a juzgar por las actitudes que generalmente mostramos, parece que estamos más cerca de la irracionalidad que de la racionalidad. La civilización ha seguido su curso, cada vez tenemos más y mejores instrumentos para comunicarnos. Poseemos inventos que nos permiten viajar mejor y con mayor seguridad pero, da la impresión que poco hemos avanzado en el crecimiento personal.
Desde un punto de vista objetivo ¿Es lógico pensar que una persona pueda pasar un mal día porque no encontró aparcamiento cerca de su trabajo? ¿Es normal que dos personas se enfrasquen en una disputa porque tardó en ponerse en marcha cuando el semáforo pasó a verde? ¿Es admisible que haya una tremenda pelea por colarse en la fila del supermercado o en el banco? Seguramente, visto ahora en frío, diremos que no es racional este tipo de comportamiento. Sin embargo, alguna vez nos hemos visto envueltos en alguna de estas situaciones. Y, ¿Por qué amargarse la vida con este tipo de situaciones? ¿Por qué no somos un poco más felices?
La respuesta es muy sencilla, lo que sucede es que nos cuesta ponerlo en práctica. Se trata de que no podemos cambiar las circunstancias de la vida, pero lo que si puedo modificar es cómo me afectan estas situaciones. Es decir, puedo llegar de muy mal humor al trabajo porque no encontré aparcamiento. A partir de ahí tendré un día de perros, porque desde ese momento todo me fue mal. También puedo elegir que el no encontrar aparcamiento cerca del trabajo me da la oportunidad de dar un paseo y caminar un poco, con lo que legaré al trabajo mas oxigenado, con ganas y feliz por disfrutar de un rato andando.
La racionalidad de las personas debería estar enfocada a saber digerir aquellos acontecimientos que cada día discurren por nuestra vida de manera que sepamos sacar de cada situación lo mejor, desechando aquello que no nos sirve. Sin embargo, la complejidad del ser humano, nos lleva a buscar soluciones irracionales a los problemas que se nos plantean.
El mayor problema viene, de forma especial, en los mensajes que nos autoenviamos. Generalmente suelen ser muy tóxicos. Volviendo al ejemplo del aparcamiento lejos de nuestro centro de trabajo. Seguramente por el camino y, mientras vamos buscando una plaza, nos iremos diciendo: «ves… Por salir tarde», «Eres un desastre, tenias que haber salido sin desayunar», «si hubiera adelantado al tortuga que venía delante de mi» y otros tantos regalitos terribles para nuestra mente, que, además de no arreglar nada, lo único que consiguen es empeorar nuestro estado de ánimo.
Con todo, evitemos la irracionalidad de los pensamientos enrevesados, que únicamente consigue empeorar las cosas y pongámonos manos a la obra para extraer lo mejor de cada situación de nuestra vida. Porque no se mide a la persona de éxito por todo lo que ha fracasado en su vida, sino por lo que aprendió de ello.
interesante entrada para una profunda reflexion