El problema sigue estando en el actual modelo consumista-egoísta

Hoy nos volvemos a despertar con un puñado de malas noticias sobre la crisis económicas. Entre tanto el gobierno sigue dando palos de ciego tratando de poner parches a una situación que no se soluciona con volver a llenar de dinero los bolsillos de algunos. Lo que realmente hace falta es un cambio de mentalidad y de estructuras que, desde que estalló esta crisis, no se ha producido y, por lo visto, no tiene visos de que se vaya a producir.

Todos hemos oído hablar de la burbuja inmobiliaria, de la prima de riesgo, de la descapitalización de la banca, de las administraciones públicas sin recursos. No obstante, estos son los síntomas de una forma de pensar que debe cambiar. Frecuentemente pregunto ¿Cuál es el origen de la crisis? Las respuestas suelen ser las que a todos nos vienen a la cabeza: la burbuja inmobiliaria, mala gestión de recursos por los políticos, es un problema internacional, etc. Pero no. La pregunta es ¿Cuál es la raíz del problema? La raíz del problema no son las causas que es lo que siempre contestamos.
Aunque cueste creerlo, la raíz primera de la crisis que padecemos no son los problemas económicos, sino la insolidaridad de las personas. Es decir, desde mucho tiempo se nos ha metido en la cabeza que lo importante en nuestra vida es tener una casa, un buen coche, tener una televisión plana, un viaje cada verano… Aquel que no posee estas cosas es un «infeliz». De esta forma, todos hemos ido en busca de una felicidad compuesta de tener cosas y, si esas cosas cuestan dinero, no importa, porque los bancos nos lo prestan.
Además, otra cosa grave, consiste en valorar unos terminados estilos de vida como los «ideales». Conducir un Ferrari y tener una mansión son el ideal para muchas personas. Así, aquellos que han conseguido el sueño de tener todo lo que el dinero puede comprar, se regodean de su suerte, ante la envidia de muchos, siendo los medios de comunicación, los culpables de estos deseos, haciéndonos creer que vivir así es lo mejor que una persona puede pedir a esta vida.
Con este panorama poco se puede hacer, sino se vincula a un cambio de mentalidad y de modelo de sociedad actual, puesto que así no vamos a ninguna parte. Los que tienen más recursos son los que controlan los medios de comunicación y también a la clase política, mientras los ciudadanos siguen sufriendo las terribles consecuencias de un problema del que no son culpables. Por si fuera poco, las clases privilegiadas siguen queriendo mantener su estatus a costa del resto de capas sociales. Una prueba palpable la encontramos es en que si hay dinero, es para dárselo a los bancos, o también que se ha recortado de todo lo que se puede recortar, menos de los sueldos de los políticos y altos cargos. Comprobar hoy que un político, con la tasa de paro que tenemos gane de media tres o cuatro mil euros mensuales, mientras un desempleado apenas tiene para comer, es, como mínimo, un atentado contra la humanidad.
Por tanto, la solución a la crisis pasa por un cambio en el modelo de sociedad actual. Por una parte promover la solidaridad efectiva entre personas que tienen la misma dignidad. Por el hecho de haber nacido en el seno de una familia pobre o «ser hijo de», no debiera ser un motivo de desigualdad tan profundo. Por otro, en una situación grave, donde tantas familias lo pasan mal, es absolutamente injusto que algunos privilegiados por tener un cargo o ser empresarios no compartan con aquellos que lo pasan mal. Sólo un cambio de mentalidad hacia una solidaridad efectiva y amor al prójimo pueden cambiar el panorama en el que nos encontramos.
Evidentemente, pedir estos cambios, son una utopía hoy por hoy. Sin embargo, deberíamos ser conscientes que hay otras soluciones que no pasan únicamente por seguir recortando a los más pobres, sino que tiene que ver con la solidaridad entre personas de la misma raza e igual dignidad.

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