La sociedad ha ido cambiando, a nadie la cabe la menor duda. Sin embargo, una de las costumbres que más ha mudado es la actividad que se realiza en domingo. Recuerdo con mucho cariño el domingo, como un día especial en el que las familias salían de excursión, iban al monte, a la playa, realizaban alguna actividad. Sin embargo, ahora al disponer también del sábado libre en algunos casos o también de una agotadora jornada laboral durante la semana, hemos convertido al domingo en el día de san Nada. Día en el que parece están prohibidas las actividades.
Al pasar por muchos merenderos y lugares de reunión, es notable el mayor uso de estos lugares de esparcimiento los sábados, mientras que los domingos permanecen prácticamente vacíos. Cuando resulta complicado conciliar la vida laboral con trabajos del hogar, estos se ejecutan en sábado, la compra, la visita a un familiar… para dejar el domingo para estas simplemente en casa, en estado de letargo o viendo toda la televisión que no seguimos durante la semana.
La justificación de esta conducta, parece, a simple vista justificada. Puesto que las condiciones laborales, la dificultad para estar en nuestro hogar durante largo tiempo y sin la presión del almuerzo, la cena, limpieza… posibilita que el domingo lo aprovechemos en una larga siesta, levantarnos tarde y no realizar casi ninguna actividad que necesite demasiado esfuerzo. Esta nueva forma de desenvolvernos en nuestro tiempo de ocio no es ni buena, ni mala. Simplemente diferente, adaptada a una nueva realidad social.
Pero es llamativo que quizá este tipo de conducta induzca no desear incorporarse cada lunes al trabajo, porque la diferencia de actividad es demasiado notable como para adaptarnos nuevamente cada lunes al nuevo horario roto los fines de semana.
Alguien dijo en cierta ocasión, que el descanso no es «no hacer nada», sino cambiar de actividad. El ocio en exceso también cansa y llega a ser agotador, puesto que el ser humano necesita de actividad, de relación, de comunicación. Y me da la impresión, que no existe nada más frustrante que el pasar todo un domingo detrás de una pantalla de televisión o de cualquier otro tipo. Porque, al final de la jornada, al menos eso me ha ocurrido en alguna ocasión, predomina una sensación de vacío, de haber perdido el tiempo, de que se ha pasado un día en balde.
Por eso, más que consagrar el domingo a «san Nada», sería bueno que se recuperase aquella interesante forma de vida, donde el domingo era un día privilegiado para salir, disfrutar con la familia, organizar una excursión. La excusa de que el domingo está todo lleno de gente se ha apoderado de nuestra forma de entender ese día y por tanto preferimos pasarlo en casa, con poca actividad. Sería positivo, dedicar el domingo a algún hobby, a realizar alguna actividad, pasear, ir a un parque, alguna excursión… Un cambio de actividad que ayude a recargar pilas para estar siempre activo durante la semana. Y no hay mejor forma de descansar que cambiar la rutina que habitualmente tenemos durante la semana.