Fiesta, fiesta, fiesta… cuanto más fiesta mejor

El otro día estuve viendo en televisión el programa 21 días, en el que una reportera convive con una determinada realidad social durante ese periodo de tiempo. El tema de ese programa llevaba por título «veintiún días de fiesta» y estaba con distintos colectivos de fiesta, contando algunos detalles de sus andanzas. Después de ver el programa y, por eso esta reflexión, mi pregunta es ¿qué necesidad tiene uno de acostarse todos los días por la mañana para levantarse a las siete de la tarde y seguir de marcha? ¿Eso es vida?

Muchos pretenden hacernos creer, incluso ese programa, que para divertirse, para ser feliz, para pasarlo bien durante el verano tenemos casi «la obligación» de trasnochar, tomar alcohol, drogas y estar estupendo. Cosa, que es prácticamente imposible. No hay que ser muy listo para saber que si una persona casi todos los días sale de marcha y duerme a destiempo, su estado de salud y físico se resiente notablemente: ojeras, malestar, cansancio… Un sinfín de inconvenientes que generalmente no suelen verse de los que salen de fiesta, ya que siempre aparece gente muy guapa, sonriente y feliz porque se lo está pasando bien.

Es frecuente entre los más jóvenes contar como experiencia positiva el haberse cogido una cogorza de no te menees, aunque si usted ha bebido más de la cuenta alguna vez, sabrá que es totalmente falso. El síntoma principal de quien bebe más de la cuenta es ser un pesado/a, no mantenerse en pie, no poder mantener una conversación coherente… ¿y eso es bueno? Es cierto que la ingesta del alcohol produce una sensación de euforia, de desinhibición, actitud que es difícil de mantener porque, de ese punto de alegría, a estar «pedo perdido», hay bastante poca diferencia, por lo que el control es muy difícil. De las drogas poco puedo hablar, siempre me he mantenido al margen, pero en general me han hablado mal de ellas. Por lo que me cuentan y aportando mi conclusión creo que depende mucho de la persona que las ingiera. Es una ruleta rusa, hay quien afirma sentirse volando y feliz (pero no enterarse de nada) y hay quien ha tenido que salir corriendo de una fiesta porque pensaba que todo el mundo quería matarle, tras consumir algún tipo de drogas.

De cualquier manera, resulta bastante incomprensible los dos mensajes que nos llegan a través del principal medio de comunicación hoy en día. Mensajes contrarios y opuestos. Por un lado, se prodigan en televisión los espacios de verano visitando playas y fiestas, donde no falta el alcohol y por el otro, las campañas institucionales de prevención de drogas. Aunque al fin y al cabo, le pese a quien le pese, el mensaje prevalente será el de fiesta, fiesta y más fiesta y para que eso ocurra, tal como aparecía en uno de los reportajes de televisión, el maletero del coche tiene que ir repleto de bebidas.

La pregunta es obvia beber, fiesta ¿para qué? ¿Qué consigo bebiendo y yendo de fiesta? Nos han hecho creer que la fiesta, como lugar especial de alegría, es el momento de felicidad, de vivir el ahora mismo porque quizá el mañana no exista: Esta noche tiene que ser la mejor, inolvidable. En definitiva, lo que buscan o buscamos es la felicidad. La alegría de una fiesta nos proporciona felicidad, al menos en ese momento. Una felicidad efímera, que al día siguiente puede ser una pesadilla, pero felicidad al fin y al cabo. Aunque no cabe duda que se trata de una imagen deformada de la felicidad.

Hoy por la mañana leía a Sócrates y decía, este pensador clásico que la felicidad es armonía. Los placeres y los displaceres se pueden evitar, no pueden ser medida de la conducta humana. La felicidad es ciencia, es saber escoger. Quien peca yerra por falta de ciencia. El pecado es exceso, es carencia de medida por eso para Sócrates la felicidad está en la medida, es armonía. No se trata de pasarlo hoy bien en una fiesta y mañana estar tumbado todo el día con una resaca de caballo. Se trata de pasarlo bien en la fiesta y también seguirlo pasando bien en otras situaciones de la vida. Nuestra felicidad no puede, ni debe depender sólo de si salgo esta noche, de si conozco o ligo con alguien o no. La felicidad es algo supremo y, por tanto, no puede depender de una sola cosa, sino de una composición armónica de muchas cosas, como apuntaba Sócrates.

Con todo ¿hay que salir de fiesta este verano? Más que salir de fiesta, creo que hay que buscar la armonía como decía Sócrates. No sólo ir de marcha, que también hay que hacerlo, sino disfrutar de cada una de las oportunidades que nos ofrece la vida, de la playa, de los paseos de ver una película hasta tarde, en definitiva de realizar actividades que normalmente no hacemos, porque el verano se presta a esas cosas ¿fiesta, fiesta y fiesta sólo? Al final de la vacaciones cuando hagamos balance, nos daremos cuenta que no ha sido tan divertido, porque hemos perdido otras oportunidades. Armonía, por tanto: ni mucho ni poco, sino la medida justa, equilibrio, armonía.

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