>
El otro día les conté a los chicos la historia del Carpintero. Aquel hombre que en su vejez, decide retirarse de su oficio de carpintero, que había desarrollado toda la vida. Al comunicárselo a su jefe, éste acepta, pero le pide que haga una última casa. El carpintero abatido y cansado construye aquella última casa, sin ganas, mal hecha, con materiales de mala calidad, con el fin de terminar antes. Tremenda fue la sorpresa del carpintero, cuando al terminar aquel último trabajo, el jefe le da aquella casa como regalo de jubilación. La moraleja del cuento viene a decirnos que depende como vivamos construyamos nuestra casa, así será. Depende de cómo hagamos nuestro día a día así seremos. Cada día construimos un poco de nosotros mismos.
Cada día en el camino del trabajo, me encuentro muchas personas que caminan distraídamente, parece como si nada importara, como si fueran autómatas programados que realizan la misma función cada día, en medio de una gran cadena de montaje, cuyas piezas realizan siempre el mismo recorrido. Parece que caminamos despistadamente, que avanzamos despistadamente y así se nos pasan los días, casi sin emociones, sin vivencias, sin aventuras.
Sin embargo, considero que cada día es una nueva aventura, cada día se nos presenta ante nosotros una nueva oportunidad para seguir crecer, para ser mejores, para disfrutar de todas aquellas cosas maravillosas de que disponemos. Cada día es diferente es maravilloso, único, irrepetible y exclusivo para cada uno de nosotros.
No hagamos como el carpintero que termino tan tristemente su último trabajo, construyamos nuestra casa de manera feliz y alegre, sabiendo que cada día añadimos una pieza única e insustituible a esa fantástica construcción que es nuestra vida.