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Esta mañana he ido al centro de salud y me sigue llamando la atención ver a los que van vestido de blanco, vaya usted a saber si son enfermeros, médicos, sanitarios…, fumando.
Escuché hace algún tiempo, con mucha razón, que una de las claves para erradicar el consumo de tabaco es que los encargados de nuestra salud no fumaran. Es una cuestión bien lógica, porque sabiendo el daño que causa a la salud; porque lo ven todos los días, es su trabajo, lo normal sería que no fumaran.
Pero vivimos en un mundo de incoherencias, donde parece que todo da igual o que el hecho de que el médico fume no tiene ninguna importancia, pero sí que la tiene.
Ciertamente, no me imagino a un profesor de autoescuela, saltándose los semáforos. Tampoco me imagino a un policía robando en una tienda, ni a un ladrón dirigiendo el tráfico. No debe ser correcto que un socorrista ahogue a las personas en la piscina, ni que un portero meta goles en su propia puerta.
Sin embargo, algunas de esas cosas pasan. Como ya indicaba los médicos fuman, a veces los policías no son buenos y a lo mejor algún socorrista si ve que le van a despedir porque su piscina es muy tranquila, puede que sumerja a alguno para no perder su trabajo.
Una palabra que ha enervado a más de uno y que usa la Iglesia con cierta frecuencia, es la del relativismo. Sin duda alguna vivimos en época de relativismo: todo vale. El médico puede fumar, el policía es malo y el guardameta a lo mejor encaja algún gol, si le pagan por ello. No existe coherencia ni tampoco un conjunto de normas morales o escala de valores por la que nos regimos. Todo da igual. Vivimos en la vida fácil. ¿Será eso bueno?.
Seguramente no, porque ¿qué conclusión puedo sacar cuando veo que el médico que me atiende desprende un terrible olor a tabaco?. ¿Qué me puede contar él, si le digo que voy a su consulta para dejar de fumar?. Seguramente pensaremos ¡puede que no sea tan malo!. ¿Qué sucede cuando un policía local de La Laguna, como salió hace poco en las noticias, es detenido por tráfico de drogas y está implicado en una red de narcotráfico?. ¿Qué pasa cuando nuestros administradores, en lugar de administrar el dinero se llevan comisiones por ello?. Creo que no pasa nada.
Da igual, no importan las consecuencias. Y esta sensación flota en el ambiente. Nuestros jóvenes lo perciben y lo practican.
Da lo mismo fumar que tomar drogas, ir en la moto sin casco que correr en dirección contraria por la autopista. Todo da lo mismo. Y se lo estamos diciendo todos, no de una forma explícita pero sí con nuestras actitudes y formas de actuar: con el policía que forma parte de una red de narcotráfico, con el médico que fuma, el profesor que no enseña, con el político que roba, la corrupción, la vida fácil.¡¡¡Basta!!!. Me dirá usted. ¡No todos lo hacen!. Cierto. Pero intente usted acordarse de una noticia buena que escuchó ayer en las noticias, trate de recordar a alguien que haya dejado de fumar o que hizo algún buen gesto. ¿Le cuesta no?. Ahora trate de rememorar el último caso de corrupción política, ¿Cuándo vio por última vez a un médico fumando?, ¿una noticia de maltrato?, ¿una de violencia?. Seguro que se acuerda con más facilidad. Luego, no se porqué demonios tenemos más presente las cosas negativas que las positivas. Seguramente porque nos impactan más. Por tanto es posible que haga más daño en nuestra formación personal un médico que fuma, que uno que no lo hace. Por eso quizá, sería bueno que existiera un poco más de coherencia, entre lo que somos y lo que hacemos, entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que enseñamos y vivimos. Puede que así, todos nos asombráramos y hasta repudiáramos a un médico que fuma.