A veces lo real y nuestra percepción se unen en extraña coincidencia. A veces lo que creemos como cierto no lo es tanto y la realidad también nos engaña, como ya decía alguien hace mucho tiempo, todo depende del cristal con el que se miren las cosas.
Me viene a la cabeza un cuento simpático y diferente de la princesa bella y la rana príncipe, en una versión cambiada obviamente. La princesa era tremendamente bella, o al menos eso creía ella. La rana era tremendamente fea, aún cuando se había convertido en príncipe, pero se enamoraron y entonces ella fea o guapa, ¡quien sabe! y el guapo o feo, tampoco nadie lo sabe, se amaron guapos o feos. Los dos feos se vieron guapos o los dos guapos quedaron feos.
Empieza a parecer que esta reflexión no tiene pies ni cabeza, que es un puzzle mal armado que nadie entiende, pero no. Adónde quiero ir a parar es que podemos tener en la cara un lunar hermoso o una verruga asquerosa. Aunque las dos cosas sean lo mismo. Sólo depende de cómo lo veamos. Podemos sentirnos mejor o peor, mas feos o más guapos, podemos ser cualquier cosa, pero eso sólo depende de nosotros mismos, de nuestra percepción, de nuestro estado de ánimo y, cómo no, de las comparaciones. Seremos más feos o menos dependiendo de con quien nos comparemos. Son odiosas, si, pero siempre nos comparamos, aunque sea con nosotros mismos. Estamos más gordos o más flacos que antes. Estamos más jóvenes o más avejentados que antes.
Con todo, lo que quizá fuera bueno es cambiar nuestro modo de ver las cosas. Si tuviéramos una actitud positiva ante la vida, seguramente seríamos los más guapos del mundo. ¡qué se quite Robert Redford, que voy yo!. Pero, lamentablemente, somos tremendamente vulnerables y ese lunar tan bonito que tenías junto a la boca, se ha convertido en una verruga insoportable. Esos contornos increíblemente femeninos de tu cuerpo, se han convertido en una celulitis odiosa y así hasta mil defectos nos encontraremos en nuestro cuerpo.
Lo mejor, probablemente será tener esa actitud positiva para ser agradecidos y encontrarnos tremendamente bellos en ese cuerpo que Dios nos regaló. ¿Cómo nos iban a dar un cuerpo del que tuviéramos que lamentarnos?. Nuestro cuerpo, tendrá defectos, claro que si, como todo nadie es perfecto, pero es nuestro y el único que tenemos así que lo mejor es disfrutarlo y no estarle poniendo pegas.
Me viene a la cabeza un cuento simpático y diferente de la princesa bella y la rana príncipe, en una versión cambiada obviamente. La princesa era tremendamente bella, o al menos eso creía ella. La rana era tremendamente fea, aún cuando se había convertido en príncipe, pero se enamoraron y entonces ella fea o guapa, ¡quien sabe! y el guapo o feo, tampoco nadie lo sabe, se amaron guapos o feos. Los dos feos se vieron guapos o los dos guapos quedaron feos.
Empieza a parecer que esta reflexión no tiene pies ni cabeza, que es un puzzle mal armado que nadie entiende, pero no. Adónde quiero ir a parar es que podemos tener en la cara un lunar hermoso o una verruga asquerosa. Aunque las dos cosas sean lo mismo. Sólo depende de cómo lo veamos. Podemos sentirnos mejor o peor, mas feos o más guapos, podemos ser cualquier cosa, pero eso sólo depende de nosotros mismos, de nuestra percepción, de nuestro estado de ánimo y, cómo no, de las comparaciones. Seremos más feos o menos dependiendo de con quien nos comparemos. Son odiosas, si, pero siempre nos comparamos, aunque sea con nosotros mismos. Estamos más gordos o más flacos que antes. Estamos más jóvenes o más avejentados que antes.
Con todo, lo que quizá fuera bueno es cambiar nuestro modo de ver las cosas. Si tuviéramos una actitud positiva ante la vida, seguramente seríamos los más guapos del mundo. ¡qué se quite Robert Redford, que voy yo!. Pero, lamentablemente, somos tremendamente vulnerables y ese lunar tan bonito que tenías junto a la boca, se ha convertido en una verruga insoportable. Esos contornos increíblemente femeninos de tu cuerpo, se han convertido en una celulitis odiosa y así hasta mil defectos nos encontraremos en nuestro cuerpo.
Lo mejor, probablemente será tener esa actitud positiva para ser agradecidos y encontrarnos tremendamente bellos en ese cuerpo que Dios nos regaló. ¿Cómo nos iban a dar un cuerpo del que tuviéramos que lamentarnos?. Nuestro cuerpo, tendrá defectos, claro que si, como todo nadie es perfecto, pero es nuestro y el único que tenemos así que lo mejor es disfrutarlo y no estarle poniendo pegas.